El cuidado de los pies no es un tema menor ni meramente estético pues puede generar ulceraciones discapacitantes si no se tratan a tiempo. La intervención podológica puede ser vital para prevenir afecciones sistémicas mayores.
Por lo tanto los diabéticos y las personas mayores de 70 años son quienes deben tener más cuidado.
Ciertamente, las afecciones más frecuentes en los pies son los helomas o callos y las hiperqueratosis, caracterizadas por durezas localizadas.
La solución fisiológica, rifocina en spray e iodopovidona forman parte del set de trabajo habitual del podólogo para varios tipos de tratamientos relacionados con ellas.
Pero cuando se presenta un paciente con un mal perforante plantar –más conocido como úlcera– se realiza la higiene en base a solución fisiológica, luego de lo cual se procede a hacer la debridación de la úlcera.
Estas úlceras, por lo general indoloras, son típicamente producidas por cuadros de diabetes y este tratamiento consiste en exfoliar el tejido necrosado que la cubre.
Después de una debridación se aplican hidrocoloides, alginatos y pomadas a base de gentamicina o rodomicina para cicatrizar.
También puede ayudar a esto la aplicación de azúcar, una opción de bajo presupuesto que algunos especialistas aún utilizan.
Las afecciones por micosis en las uñas se llaman onicomicosis.
En la práctica, la uña se desprende y deja espacio libre a hongos o bacterias, pierde su color normal y genera molestias.
Otra consecuencia posible es el engrosamiento –onicodistrofia u onicocriptosis en los casos más graves– que destruye los tejidos blandos circundantes.
Las onicomicosis pueden ser tratadas por el médico clínico, en base a medicación antimicótico oral.
Ante la “uña encarnada” -onicocriptosis- o amartillada se realiza primero la onicotomía y luego, mediante férulas de gutapercha o hilos de retención, se busca que reincida en su surco.
También se está usando el modelado con compómero sellado con lámpara halógena, reemplazando al acrílico.
El stig es una fibra con memoria – porque vuelve a su posición original – que se emplea en ortoniquia.
Se aplica sobre la uña con cianoacrilato, presiona hacia arriba y levanta sus bordes laterales.
Las siliconas de uso podológico son resinas termomaleables e hipoalergénicas que se usan para que la persona pueda restituir la posición de sus dedos, cuando aparece el “dedo martillo” o el “juanete” (hallus valgus).
Los zapatos con tacon pueden generar, a la larga, problemas en el metatarso, que requieren descargas de gel de siliconas que hacen que el metatarso no se apoye tanto en el piso.
La artrosis en el pie produce “dedos en garra” y requiere plantillas especiales, recetadas por el traumatólogo.
No se puede colocar ningún elemento duro, porque no se busca corregir, sino compensar.
Si no hay anquilosis –endurecimiento sin movilidad– se hacen protectores contra roces y plantillas con descargas sumamente suaves.
No muchos años atrás, las ulceraciones pédicas por diabetes solían desembocar en una gangrena o infección generalizada con necrosis.
El deterioro neurológico que produce la diabetes disminuye la sensibilidad de los miembros, lo cual lleva a redoblar los cuidados.
La gangrena, que lleva irremediablemente a la necesidad de realizar una amputación, es ya menos frecuente gracias a la mayor posibilidad de cuidarse y sólo se da en casos en los que, por obstrucción de una arteria, quede interrumpida la irrigación sanguínea.
Estudios realizados en el norte de Italia señalaron una reducción efectiva del 30 por ciento de la cantidad de amputaciones, dada por campañas de educación que hacían hincapié en la alimentación adecuada y en medidas tan sencillas como el cuidado, higiene y revisión diaria de los pies para detectar esas posibles lesiones inadvertidas.
Los adultos mayores suelen sufrir la pérdida progresiva del colchón adiposo que protege la planta del pie y este es un factor común que los pacientes de edad tienen con los diabéticos, lo que les requiere cuidados preventivos especiales para prevenir ulceraciones y lastimaduras.
Hay varias medidas que permiten prevenir la llegada del paciente diabético al mal perforante plantar, que es invalidante porque a la persona hay que darle un reposo y una ortesis de descarga.
Una medida básica es la utilización de un calzado correcto: alto en la parte delantera, con un ancho acorde al pie y que no tenga por dentro ningún tipo de costura ni excrecencia que pueda llevar a una lesión.
El plastazote es un material hipoalergénico e higiénico, que se lava simplemente con agua y un poco de shampoo por la noche y que los especialistas podólogos incorporan como si fuera la plantilla del zapato.
Las planchas de este material tienen espesores desde 2 a 6 milímetros y permiten que el especialista confeccione los protectores de acuerdo con las necesidades del paciente, que son diferentes en cada caso.
El plastazote suple la pérdida de adiposidad plantar, que protege la estructura ósea del pie y, ante su falta, la presión intermitente del cuerpo y la resistencia del suelo pueden provocar una lesión mas fácilmente en las personas de mayor edad.
En la personas mayores se recomienda la higiene con jabón de glicerina, dado el resecamiento de la piel debido a la edad, y la utilización de pomadas hidratantes y el secado interdigital con un secador de cabello.
En las lesiones interdigitales habita el estreptococo, que es el que al extenderse provoca la erisipela – una inflamación eruptiva y dolorosa que requiere tratamiento médico – en la pierna.
Los espacios interdigitales son también el espacio preferido por los hongos, que pueden ser sumamente agresivos y extenderse a la planta y al dorso.
A cualquier edad, para prevenirlos, sobre todo si se usan zapatillas, se deben utilizar talcos antimicóticos (al quitarse el calzado; no al ponérselo).
En la piel, lo correcto es utilizar cremas y en las uñas, los líquidos sprays y lacas.
En cualquiera de estos formatos, los componentes que aseguran poder antimicótico a los productos de venta libre son el ketoconazol, el tioconazol y la terbinafina.
Las féculas son lo más recomendado para el uso cotidiano en una piel.
Los podólogos de atención primaria pueden desempeñar un papel muy importante en la determinación del diagnóstico de la diabetes, observando, a través de la anamnesis, a aquellas personas que probablemente reúnan los criterios para este diagnóstico.
Esos pacientes deben ser derivados a un médico diabetólogo para un tratamiento adecuado.
A aquel individuo que acude al gabinete o a la clínica por primera vez, le deben realizar una historia podológica detallada.
Si ignora que tiene diabetes, se deben averiguar antecedentes familiares y advertir si presenta síntomas como aumento del volumen de orina, sed excesiva, dificultad para la cicatrización de las heridas, infecciones de la piel y las vías urinarias, picazón o prurito y cansancio fácil.
Con estos datos debe pedirse una visita urgente al médico, tras lo que podrá realizarse un seguimiento particularizado en educación, la prevención (futuras lesiones) y la atención de sus miembros inferiores.
Resulta importante tener presente que esas personas deben ser atendidas por podólogos matriculados e idóneos en pie diabético.
No olvidar que los pies constituyen la base de nuestro cuerpo y que deben cuidarse y controlarse diariamente.
LNP Vida cotidiana
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